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Clik here to view.La vida da tantas vueltas, y heme aquí, frente al computador, redactando la vigesimotercera entrega de esta saga que comenzamos a hacer en 2012, para reflexionar sobre porqué nuestra televisión nacional tiene tan escasa o nula calidad. Sé que pongo verdes a muchas de las producciones aquí referenciadas por diversos motivos, pero, al menos en mi defensa, debo decir que me tomo el trabajo de verlas una a una, previo a criticarlas. Eso es mucho más de lo que un talifan de un canal haría.
2014 comenzó y culminó con el liderato, muchas veces inmerecido, y en otras, sospechoso, del canal Caracol. Eso es indudable, pero bien debo recordarles que rating nunca es sinónimo de calidad, y de ellos bien podrían hablarnos los primeros bodrios que saltaron a nuestras pantallas: El primero de ellos fue la segunda temporada de Colombia’s Next Top Model, con Carolina Cruz en el rol de presentadora, y el relevo de Raúl Higuera por Mauricio Vélez en el pool de jurados. La verdad, ninguno de ellos fue un valor agregado al concurso cuya única función es mostrar la criollización de las mismas pruebas que hacen en la franquicia tanto en EE.UU., Brasil, México, etc. O sea, casi que cumplir un libreto frío y vacío, cuya única diferencia, y esto lo dije desde el año pasado, es que el glamuroso premio principal es ser Chica Águila. Muy aspiracional la cosa…
Inmediatamente después, Caracol lanzó Bazurto, bailando con el enemigo, programa que, bien sea llamado El Golpe o Made in Cartagena, poco más que FRACASÓ, así, en mayúsculas, internacionalmente. Era tan forzada la historia del “Mundial de la champeta”, tan de cajón el romance entre sus aburridos protagonistas y tan vista ya internacionalmente, que bien pueden darle agradecimientos los de La Floresta a las erráticas políticas de programación de sus rivales de patio en ese horario.
Esas erráticas políticas a las que hacemos mención en las huestes de RCN, son las mismas que tuvieron este año la gallina de los huevos de oro y la mataron miserablemente: Compraron Avenida Brasil, que venía de liderar prácticamente en toda Latinoamérica y la programaron, casi sin avisar, como reemplazo de una Mamá también que hizo aguas y terminó relegada en la franja vespertina. El problema del “fenómeno mundial” de Rede Globo es que hacía muchos años, nuestra chauvinista televisión colombiana no pasaba una telenovela extranjera en pleno prime time, y las críticas vinieron, principalmente, de esos que perpetúan el statu quo de producciones nacionales ramplonas.
Y si, el culebrón brasilero hizo lo que mejor pudo ante la funesta administración de la parrilla de programación del canal de las tres letras, que corría de horarios la historia de venganza de Rita/Nina justo cuando mejor lograba rendir, hasta masacrarla con esa edición a los machetazos del final. Muy a pesar de la calidad del producto del vecino país, es intrínsecamente imposible rescatarlo en este post porque a) No es un producto nacional, como sí sucede con los 22 programas honrados con ese título en entregas anteriores, y b) Tampoco es un producto nuevo, es un programa del año 2012 que llegó ya bastante trasnochado a nuestras pantallas. Claro, Caracol también hacía subrepticiamente la tarea (con unos cuantos esbirros en redes sociales) de despotricar de la novela brasilera, pero muy calladita transmitió la teleinmundicia de La patrona y ni quien diga nada.
Siguiendo con los estrenos de la TV privada nacional, volvemos a Caracol con la sobrevalorada bionovela La Ronca de Oro. Y digo bien lo de sobrevalorada, porque, muy al margen de su cuidada estética y alguna que otra actuación destacada, la historia era más de lo mismo de todas las bionovelas de cantantes: Los pintan desde niños con su sueños de cantar, cantan porque sí y porque no en cada capítulo, cual malditas rockolas, muestran todos los obstáculos que se interpusieron en su camino, y luego, la consagración de los mismos, y una que otra vez, sus muertes. Reflexionen si ese mismo patrón de conducta no lo hemos visto antes en otras bionovelas como El Joe, la leyenda, Rafael Orozco, el ídolo; y se darán cuenta que, muy probablemente, este se repetirá en otras que ya se anuncian para el venidero 2015. Es esa aburrida y predecible zona de confort de los libretistas nacionales la que impide que, a pesar de las “altas” cifras de rating, este producto opte siquiera por el rescate.
Llegó, por los lados de RCN, la diezmillonésima corronchonovela donde los personajes no hablan, vociferan: La playita. La patética producción donde Carlos “Piti” Camacho deshizo con los pies lo que había logrado hacer con el papel de Guido en Allá te espero: Volverse casi un “Don Armando/Ingeniero Andrade” en un centro comercial capitalino invadido de costeños clichés y sobreactuados. Aunque los creadores de esta “ideota” tuvieron en mente hasta una “segunda temporada”, vuelve y juega, la errática programación de RCN, gracias a Dios, nos libró de tanta manteca. A veces, hasta equivocándose, se logra algo bueno.
De la que no nos libramos fue de ese esperpento televisivo que era La Suegra, otra telenovela de oficina de Caracol hecha a los alaridos (como si ya no hubiésemos tenido suficiente con La teacher de Inglés, Nuevo Rico, Nuevo pobre, El Secretario y otras de cuyo nombre no queremos acordarnos), que partía de la premisa de una madre absorbente, que tras enfrentar un conflicto laboral, regresa a casa para seguir manipulando la vida de sus hijos, chocando con sus respectivas parejas y donde, como no, estaban en el elenco Christian Tappan (¿este tipo tiene acciones en Caracol, cierto?), Isabel Cristina Estrada haciendo de, sí señores, antagonista cantaletosa y donde, tras ver a Jacqueline Arenal hacer tan deplorable papel, me daban ganas de mandarla a la cárcel de Guantánamo en su natal Cuba.
Y es que cuando tu rival se equivoca una y otra vez, correlativamente, la competencia por el rating se vuelve anodina y gris, tanto como lo fue la tercera temporada de Yo me llamo. Y es que ya todo estaba más que visto en el formato de imitación: los agarrones del jurado, las “salidas en falso” de Calzadilla pasado de revoluciones y escarcha, y unos imitadores que, realmente, producían bostezos. Tan regular tres cuartos fue esta temporada, que tuvieron que reconocer que, por un error en el sistema de votación, el imitador de Sandro, quien aparentemente “ganó” la temporada, en realidad no ganó, y otro cheque igual tuvo que salir para el enésimo imitador de Vicente Fernández que pasa por este formato.
Y frente a Yo me llamo T3, flaco favor hizo la entrada abrupta de Dr. Mata moviendo por vez primera de horario a Avenida Brasil: Su perenne bajo rating, pese a la calidad de la fotografía, reflejaba muy bien lo que producía la soporífera historia de una pretenciosa cachifa devenida en detective, personificada por Yuri Vargas (risas), enfrentada a un Nepomuceno Matallana, personificado por un Enrique Carriazo, que más bien parecía Beto Reyes en la Bogotá de comienzos del siglo XX. El resultado de este menjurje fue tal que hasta Sergio Cabrera, director de la telenovela, se lamentaba tan mal avenido horario que en suerte le correspondió. Hay quienes buscan el muerto río arriba.
Y siguieron los fracasos para los de Las Américas, esta vez de la mano de la Locademia de Guerrilleros, digo, El estilista (que no, que no es la bionovela de Norberto). Y es que esta historia, que parecía un descarte de Comando Élite, nunca caló en un público que no se convenció de las actuaciones de un secuestrado con una barba horrorosamente postiza, con otra fracasada aparición de Yuri Vargas en pantalla, en medio de ese campamento de guerrilleros y secuestrados tan artificial como las tetas de Laura Acuña.
RCN exploró más bien poco la telerrealidad en 2014, y lo que hizo, fue un desastre: Idol Colombia le quitó el dudoso honor que ya tenía Mundos Opuestos de ser el concurso o reality más fracasado de nuestro país. Y como no serlo, si lo lanzaron con un inusual concierto dominical de tres de sus ¿cuatro jurados? ¿Para qué tanta gente dando cháchara? Para más INRI, Juan Pablo Espinosa bien puede decir que como conductor es muy buen actor y del mismo modo en el sentido contrario (nota para dummies: NO ES UN HALAGO). Y es que lo que mal comienza, mal acaba: esa nada transparente salida de Alejandro Marín “cajoneado” por su tocayo Alejandro “El rey de la payola radial” Villalobos sentó muy mal, y en la práctica, ese rol del jurado mala leche que quiso ejercer Villalobos ya estaba muy trillado. Ya suficiente tenemos con Amparito, la Azcárate, José Gaviria… Y no olvidemos ese “prometedor” horario que le fue asignado: Primero las 10 pm, luego las 10:45… así no se puede.
Poco a poco el país se preparaba para sus elecciones presidenciales, y los dos canales privados se esforzaron por sacar sus mejores galas para recibir a los candidatos en contienda. RCN hizo el suyo primero, en un set tan lúgubre, que ahí se podía organizar un sepelio perfectamente, con temas manejados muy comme ci, comme ça, pero el afán de protagonismo que tuvo el ególatra Luis Carlos Vélez y sus infinitas réplicas en Caracol, exasperaron al respetable y a los mismos candidatos. Paralelamente, vendría el cubrimiento del Mundial de Futbol, donde nuestros canales nacionales mostraron su lado más verbenero, demostrando porqué teníamos 16 años de no clasificar.
De poco valieron las expediciones, hashtags y contrataciones onerosísimas como las de Valdano o Chilavert, por lo único que destacó RCN en sus transmisiones en Brasil fue porque le robaron el Iphone a Cristina Hurtado (si, como lo leen, a ella la enviaron de corresponsal allá) o pensar si Andrea Guerrero estaba o no borracha o eran “síntomas del embarazo”. Sí, admítanlo, colombian@s, sois masoquistas, criticáis la ramplonería de Hernández Bonnet y Javier Fernández narrando partidos, pero los veis a ellos, porque ya no toleráis a Viñazco y Pérez. Y menos toleraron a Descaradas Mundial, el experimento donde Miss Analía, Sara Uribe, Mabel Cartagena y una presentadora rumana (ya ni me acuerdo el nombre) hablaban de futbol. Esta si se las dejo a ustedes, lectores.
Al otro lado del espectro, lanzaron La Selecc10n 2, que vino a demostrar que el rayo no cae dos veces en el mismo sitio. La segunda “temporada” del sainete de las pelucas pasó por el prime time con más pena que gloria ( y es que no era para más, si era ver las mismas ridiculeces de la primera parte, solo que esta vez, a la fórmula se incorporaba el manteco personaje de Iván René Valenciano, que solo comía y comía) y su reemplazo, Fugitivos, a pesar de tener una pareja protagónica sobre el papel atractiva, no logró cautivar, y así, la franja de las 9 pm vivió del físico arrastre que le brindaron tanto Yo me llamo T3 y luego Desafío Marruecos. La undécima iteración del formato de supervivencia pasó a tener en esta entrega unas celebridades ni fu ni fa, unos sobrevivientes que prometieron mucho y cumplieron poco y unos retadores tan melodramáticos como hipócritas, siendo, sin embargo, la receta por la que Sampedro y los suyos duermen tranquilos. Tampoco es un halago.
Solo vino a escampar brevemente para RCN con El Capo 3, que comenzó con un inmerecido buen rating, ya que era seguir alargando al infinito una historia que ya no daba más de sí. En medio de las dosis industriales de rimmel y frases casi sacadas de Ricardo Arjona o Pablo Coelho del personaje de Marlon Moreno, la historia sucumbiría por la misma “mano invisible” que en RCN mueve horarios sin son ni ton (¿será por “mermeladas” provenientes de Caracol?)
Y es que el espinoso tema de la fidelidad de horarios ha hecho que, mientras RCN agoniza por irrespetar a sus televidentes con horarios imposibles; hasta productos de tan baja factura e inmamable propuesta como la traquetonovela La viuda negra (donde una actriz mexicana trata de imitar un acento paisa y parece más bien cubana) prosperan en un canal Caracol que, casi echado a la petaca, lidera la franja.
El único “gran éxito” televisivo de la TV privada este año vino de la mano de La Voz Kids, modificación del formato senior que pasó de cuatro a tres coaches, mandando a uso de buen retiro a Gilberto Santa Rosa y a Ricardo Arjona y en su lugar, para que las jovencitas (y no tan jovencitas) mojaran bragas, poner a Maluma. Pero el formato fue más de lo mismo: Un festival de lisonjas por todas partes, promesas de una carrera musical, esta vez a niños, niñas y adolescentes, cuando ni las de sus ganadores de la versión adultos terminan de despegar. Se hizo muy famoso por el polémico paso de Gerónimo Ángel y el matoneo twittero de Mónica Rodríguez contra quienes criticaban o se burlaban del programa, y porque críticos de la talla de Florence Thomas y el suscrito aborrecimos el carrusel de miel y teleexplotación infantil que traía consigo. Pudo vencer, pero no logró convencer. Lo mismo podemos decir de Niche, la musiconovela wannabe, que primero vivió del arrastre y ahora “lidera” con cifras penosas
Quienes ni vencieron ni convencieron fueron, en el canal de las tres letras, Rastros de mentiras, la novela brasilera que Rede Globo vendió en pack con Avenida Brasil, cuyos fugaces buenos primeros días engañaron tanto como la publicidad que la vendía como todo un éxito en Mozambique. Tampoco el descongelamiento de Un sueño llamado salsa (de cuyo final hicimos spoiler en su respectivo BMFT) y los remakes criollos El Laberinto de Alicia y Secretos del paraíso. Del paso por las pantallas de Caracol de programas como Locos x la Tele o La Prueba, creo que ellos preferirían correr tupido velo, pues no se destacaron precisamente por la acogida ni del público ni de la crítica.
En otras franjas televisivas, RCN lanzó Profesión Hogar, que nos hizo pensar que el fin del insoportable programa de Jota Mario y sus secuaces estaba cerca, aunque la perspectiva de soportar en su reemplazo los alaridos de Yaneth Waldman y la mediocridad de Carlos Calero no era nada halagadora. Sin embargo, poco han logrado unos y otros. Casi lo mismo podemos decir del cambio de su set de noticias. Muchas inversiones en slogans, jingles, contratación de presentadores y diseño gráfico, y de rating, y sobre todo, calidad, nada.
De otra parte, el gran flop de los de La Floresta provino de su decisión de reemplazar las otrora “Tardes ganadoras”, que incluían a El precio es correcto y Do re millones, por ese aborto televisivo que fuera Divino Niño. Programar dos horas de esa tortura televisiva, y luego rematarla con las sobreactuadas chocoaventuras de Mujeres al límite y Tu Voz Estéreo eran todo un atentado coronario. Rápidamente, la serie turca embutida a los empellones en horario de telenovela latina Las mil y una noches ocuparía el lugar, para delicia del colectivo de cachifas, desempleados y gente inmunda que tienen que elegir entre ver esta basura o las novelitas pecuecas de Televisa que transmite RCN como La gata, Muchacha italiana viene a casarse o La Rosa de Guadalupe. Ah, porque en la tarde, las producciones nacionales en RCN probaron ser todo un fiasco, o si no, que lo digan los de Contra las Cuerdas o Contra el destino o como quieran llamar a esa vaina que nadie sabe a dónde fue a parar.
En los fines de semana, terminaron cancelando ese cadáver insepulto que ya era También caerás, pese al trasteo de horario que sufrió, y se llevó de paso el debut y despedida con más pena que gloria del innecesario refrito de Los años maravillosos. Pero la cura fue peor que la enfermedad: Ahora soportamos horas y horas de Mary Mendez´s Drag Race La red y La Fila, que es casi la misma basura que También Caerás, pero con la insufrible Linda Palma. Y también, El lavadero tocó a su fin, despidiéndose de Rodrigo Castro y de Iván “No me quito estas camisas de flores ni para cag…” Charria y cambia de nombre para ser En exclusiva…o sea, la copia fusilada de TMZ pero con los mismos chismes flojos de NeGrasienta.
También vimos pasar sin pena ni gloria el ladrilludo biodocumental de Falcao, a una Mision Impacto, tan impoluta como aburrida, y a las transmisiones de un Concurso nacional de Belleza que, ausencia por embarazo de Andrea Serna aparte, no sonó ni tronó, salvo por las declaraciones de la Señorita Huila sobre quien era Nelson Mandela y por ese desfile en traje de baño a puerta cerrada y en estudio, que a su vez era una mala copia de los de Victoria’s Secret, porque Especiales Pirry y Crónicas RCN siguen sin hacerle ni cosquillas a Los Informantes y Séptimo Día.
Pasando a la TV pública, mientras el Canal Uno sucumbe en la guerra por emular a sus rivales privados con presupuestos de tres centavos y aun peor creatividad y un cada vez mas marcado gobiernismo noticioso, es justo y necesario decir que Señal Colombia se lleva las palmas por ofrecer contenidos de calidad, con variadas propuestas como los ciclos de En Cine nos vemos, con lo más granado del cine francés de la Nouvelle Vague o el neorrealismo italiano; sin desdeñar de las cintas del cine colombiano o de Cantinflas; las más diversas manifestaciones culturales con el formato multimedia En órbita, documentales de propia cosecha como Hijos de las Estrellas, Leandro, el último juglar o Invisibles, sobre las comunidades afrocolombianas en nuestra historia; DocTV Latinoamérica, con lo mejor de las producciones documentales latinoamericanas; las retransmisiones de clásicos televisivos como Dejémonos de vainas, San Tropel, Revivamos nuestra historia, Caballo Viejo y Los pecados de Inés de Hinojosa, un grato especial sobre Jaime Garzón que ha gozado de gran aceptación, y desde ya se negocia la transmisión de más eventos deportivos como la Vuelta a España, el Giro de Italia y el Tour de Francia del 2015 y los Olímpicos de Rio de Janeiro 2016.
Por cuarta vez, Señal Colombia se alza con el honor de tener en sus huestes al rescatado, esta vez en 2014, y lo hace con su producto más aclamado: la tercera temporada de Los Puros Criollos logra revalidar la distinción alcanzada por sus temporadas 1 y 2 en nuestros posts de los años 2009 y 2012, respectivamente. Se une por derecho propio a ese selecto grupo conformado por ellos mismos, al igual que La luciérnaga (1992), Señora Isabel (1993), Brújula Mágica (1994), Quac (1995), Hombres (1996), El Siguiente programa (1997), Música Líquida (1998), Cine arte (1999), Quien quiere ser millonario (2000), La banda Francotiradores (2001), Noticias Uno (2002), Pecados capitales (2003), Así se vio en televisión (2004), Juegos prohibidos (2005), Hasta que la plata nos separe (2006), Pura Sangre (2007), El último matrimonio feliz (2008), NP& (2010), La Bruja (2011) y Allá te espero (2013).
Los puros criollos nos demuestra cómo, superándose a sí mismos temporada tras temporada, se puede hacer Televisión cultural sin grandes campañas publicitarias, ostentosos presupuestos, ni presentadores sacados de los cánones de un reinado de belleza o reality show, y sin caer en el academicismo aburridor; sin más pretensiones que ayudarnos a entender mejor el cómo, de donde y porqué de las claves de ese entramado que llamamos colombianidad.
En 2013 pensaba no estar aquí redactando este memorial de agravios anual de todo lo que nuestras retinas, tímpanos y memoria sufrieron por culpa de la “caja tonta”. Ahora creo que es mejor no decir “de esta agua no beberé”. Como decíamos en algunos posts anteriores, Dios mío, en tus manos ponemos esta bazofia que ya pasó, y los bodrios que llegan.
Publicación original de lafiscalia.com en Los años tenebrosos de la televisión colombiana: 2014 [Puros criollos]